La letra pequeña

Nadie me eseñó la letra pequeña.
Hoy, gracias a unos chavales, me he puesto a mirar atras. Ellos estaban jugando, con una peonza. Y yo he vuelto a mi etapa escolar.
A cuando lo mas importante era, saber hacer mas juegos con la peonza, a saber tirarla y hacerla bailar mejor. A cuando todo aquello, quedaba en segundo plano, y la importancia entonces la acaparaban las canicas. Había que conseguirlas cuanto más bonitas, y extrañas mejor. Tenias que tener una que nadie tuviera, y tenias que jugar bien para no perderla en una partida. A cuando, lo mas importante era tener un balón, con el que jugar el partido, y cómo tu mundo se venía abajo cuando se encalaba en una palmera. Era el fin del balón casi seguro, se quedaría allí o se pincharía, si no lo estaba ya.
Aquellos años, en que lo más importante era ir al pueblo, y hacer la mejor cabaña que nunca se hubiera hecho.
Y yo todo esto lo viví, y lo disfruté. Y hoy me parece que no hace tanto tiempo de aquello. Pero siempre tenía una idea en mi cabeza, quería ser mayor.
Dentro de mi mundo de niño, los mayores eran casi superhéroes. Ellos decidían, podían ir aquí o allá, conducían coches, y estaban a otro nivel. Pero, como ya he dicho, nadie me enseñó la letra pequeña.
Ser mayor no era tener todas esas cosas y disfrutarlas, ser mayor es tener la capacidad de conseguirlas y mantenerlas o mejorarlas, pero esto siempre tiene un precio. Mucho trabajo y sacrificio.
Es cambiar la peonza por entrar a trabajar, las canicas por pagar la letra del coche. Y hacer cabañas por pagar todos tus gastos e impuestos. Y después de todo esto, entonces ya puedes disfrutar del poquito tiempo libre que te quede, con el dinero que te quede.
Si hubiese tenido la oportunidad de leer esa letra pequeña, solo echarle un vistazo rápido. Me hubiese quedado con lo importante que es saber hacer girar esa peonza, me hubiese escondido en mi cabaña, y hubiese dejado las horas de trabajo para los que quieran ser mayores.